La escritura existe desde tiempos que serían inmemorables, si no fuera por la propia escritura. Esto es, podemos saber cuándo surgió porque se registra a sí misma. ¡No es poca cosa eh!; marca el fin de la prehistoria y el inicio de la historia. Sin embargo, aunque la escritura date de tiempos remotos, la literatura no. Bueno, fácilmente podríamos convertir este comentario en una discusión de semántica, si no tenemos en claro una definición de “literatura”. Pero el aspecto académico lo dejaré de lado. A lo que quiero llegar, sin entrar en mayores complicaciones, es que no todo escrito es literatura. Esta última se ha catalogado como Arte. Implica infinitas combinaciones posibles de muchas variables diferentes, y tiene como meta final la producción de belleza y placer. Si me lo preguntan, eso para mí es precisamente la definición de “arte”. Pero como no todo escrito es literatura, no todo el que escribe es artista. Eso me lleva a diferenciar a aquellas profesiones que implican escribir. Entre muchos otros, hay escribas, hay secretarios, hay cronistas, hay historiadores y por supuesto, hay escritores. ¿Quién de estos califica como artista y quién no? La respuesta a ello la dejaré para los comentarios abajo, excepto en el caso del escritor: Éste sin duda alguna es un artista.
Llámese cuento, novela, ensayo, poesía, o cualquier otro género, la búsqueda de la belleza y la generación de emociones mayormente placenteras, hacen del escritor un artista. Y como tal, suele depender, igual que los artistas de otras disciplinas, de un ingrediente escurridizo, caprichoso y demandante, metafóricamente representado en la figura de las musas tantas veces evocadas: Me refiero por supuesto, a la inspiración. Cualquiera que domine las técnicas apropiadas puede escribir, pero para alcanzar lo sublime en términos de arte literario, la inspiración lo es todo. Es por eso que la cumbre la alcanzan tan pocos. Las técnicas se pueden aprender, pero la inspiración no. Es un atributo asociado al alma humana y como tal, no se puede enseñar; cuando mucho, sólo se puede contagiar. Y aun en eso hay mucha incertidumbre, puesto que las musas de uno pueden ser indiferentes para los demás. Así que quien quiera llegar lejos como escritor, no sólo tiene que aprender gramática, ortografía, redacción y demás componentes técnicos; tiene también que aprender a identificar a sus musas, invocarlas y retenerlas, mientras se sumerge en el maravilloso mundo de la creación de arte literario. Compártanos: ¿Cuáles son sus musas?